Rutina

Autor: Alexis Blanco

El icono de mensajes titila una vez más en aquella pantalla de quince pulgadas.
-Y, ¿cuándo nos vemos?- lee Elena al final de la conversación. Está un poco dudosa a pesar de que Fabián le inspira confianza y ya tienen un par de semanas hablando.

Elena es una mujer de 42 años, con una carrera profesional impecable, la mejor programadora de su equipo conformado por hombres y muy reputada en la compañía donde trabaja. Separada desde hace 4 años, decidió darse de nuevo una oportunidad y por eso creó un usuario en cierta sala de chat. "E., mujer madura, profesional, apasionada y con ganas de encontrar un compañero para compartir vivencias" colocó en su perfil. Poco acostumbrada a usar la tecnología con otro fin que no fuera laboral, Elena se dispuso a echar un vistazo en la sala de chat.
-Hola, ¿cómo estás?- salta de repente una ventana en el navegador.
-Muy bien, gracias. ¿Tú?- responde Elena, tecleando con la habilidad que su profesión le dio.
-Muy bien. Leí tu perfil y me agradó- responde el desconocido.
-¿Ah sí? Interesante, jaja.- Elena se muestra ahora divertida.
-Me llamo Fabián y también vivo en esta ciudad.
-Mucho gusto Fabián, yo soy Elena.
-Lindo nombre, Elena. ¿A qué te dedicas?
-Soy programadora Front-End en una consultora, ¿y tú?
-Agente de bienes raíces. Tengo poco tiempo mudado. Me recién transfirieron.

Así transcurrió la primera conversación entre Elena y Fabián, donde descubrieron que tenían cosas en común, él también se había separado y tenía además un hijo ya emancipado. Intercambiaron fotografías como parte del ritual que implica conocerse a través de internet. Se habían limitado a conversar solamente por chat hasta que Fabián increpó finalmente.

-Y, ¿cuándo nos vemos?
-Apuesto que eres mucho más guapa en persona- repuso Fabián.

Con su delgada complexión, pálida tez blanca y larga cabellera negra, Elena tenía sus reservas respecto a la afirmación de Fabián. Se quedó largo rato leyendo la pregunta, viendo fijamente el cursor titilando en la pantalla del monitor.

-¿Te parece si cenamos mañana?- tecleó rápidamente Elena y sin dar tiempo de arrepentirse, presionó Enter.
-Me parece perfecto. Conozco un lugar donde preparan los raviolis más sabrosos que jamás comiste.
-No es por presumir pero yo misma cocino unos riquísimos :)
-Mira, tendré que probarlos en algún momento- contestó él.

De esta manera se pusieron de acuerdo y al día siguiente Elena se levantó pensativa. La jornada en la oficina transcurrió lento, las horas se arrastraban como serpientes mientras pensaba si todo saldría bien. ¿Será un buen tipo? ¿Igual a la foto que me mostró? ¿Menos guapo? ¿Le voy a gustar? Todas esas interrogantes le pasaban por la mente y la distraían de sus labores. 

-Elena, voy a requerir el código del módulo II para las 4 de la tarde.

No hubo respuesta.

-Elena, ¿me escuchaste?
-Perdón, Carlos. ¿Qué me dijiste?
-Necesito el código del módulo II para las 4 de la tarde, repitió el jefe de Elena, un tipo muy paciente.
-Vale, lo tendrás, discúlpame nuevamente.
-No te preocupes, a veces el trabajo nos absorbe más de lo que debería.
-Tienes toda la razón- mintió Elena, algo que no hacía desde hace mucho tiempo.

Salió de la oficina a las 5:30 como de costumbre y se dirigió a su casa. Había poco tráfico así que no le fue complicado llegar en su sedán al edificio de 14 pisos que alberga su apartamento. Entró y dejó las llaves en la mesa y se dispuso a preparar una bañera con burbujas y agua caliente. Mientras se relajaba con el baño le daba vueltas y vueltas a su encuentro con Fabián, tenía un poco de temor.

Elena salió de la bañera y se envolvió en una toalla. Ya tenía en mente lo que se pondría, un vestido largo de color negro que le gustaba mucho. Se maquilló y peinó y finalmente se colocó un delicado perfume, que le pareció perfecto para la ocasión.

Llegó al restaurante a la hora acordada y pudo divisar a un hombre corpulento sentado en una mesa para dos. Confirmó con el mesero que era Fabián y se dirigió a la mesa.

-Vaya, sí que eres más hermosa en persona- exclamó Fabián al verla.
-Hola, Fabián- saludó Elena mientras le daba un beso en la mejilla. -¿Esperaste mucho?
-No, para nada. Igual no me hubiera molestado en esperar por alguien tan linda.
-Gracias por lo que me toca, también estás muy guapo hoy.
-No me lo creo pero gracias eh, jaja. ¿Qué tal tu día?
-Mucho trabajo, entregué un adelanto de proyecto y se me fue la  mayor parte del día en eso. ¿El tuyo?
-Pues de maravilla, hoy concreté la venta de un penthouse por el cual me tocará una buena comisión.
-Me alegra bastante- respondía Elena al tiempo que trataba de disimular su nerviosismo. Dominaría la situación.

-¿Pedimos algo de tomar?- sugirió él.
-Me gustaría vino tinto- respondió Elena, que en realidad no era tan aficionada a las bebidas espirituosas.
-¡Mesero, por favor! Tráiganos el mejor vino tinto que tenga.
-Como desee usted, señor.

La velada avanzó entre copas de vino y anécdotas de la vida laboral de cada uno, que al ser extensas tenía bastante tela que cortar. Elena habló sobre un hacker que trabajaba de encubierto en la compañía y que ayudó a delatar a un pederasta que también trabajaba allí. Fabián relató cómo uno de sus ex-colegas vendió un inmueble que supuestamente estaba embrujado y al final los ruidos provenían de un madriguera de zarigüeyas escondida en el sótano.

Para comer Elena pidió ensalada César mientras que Fabián eligió cordero.

-¿Vegetariana?
-No, pero me gustaría algo ligero para comer en este momento.
-Vale, pediremos más vino.

Ya a esta altura de la velada Elena no mostraba rastro del anterior nerviosismo y se sentía en confianza. Terminaron de cenar y la  segunda botella de vino estaba casi vacía.

-Elena, me gustaría que me acompañaras a casa.
-Hmm, es algo rápido para eso, ¿no crees?
-Lo pensé, sí, pero por otra parte, la vida es corta. Hay que vivir cada día como si fuera el ultimo. Por muy cliché que suene eso.

Elena se rió, porque exactamente pensaba eso. Pero le agradaba Fabián. Al carajo, pensó. Me daré una oportunidad y veremos qué sucede.

Fabián la tomó del brazo y empezaron a caminar hasta el auto de él. A su lado ella parecía minúscula.

-¿Cuál es tu altura, Fabián?
-1.90, hermosa dama. ¿Por qué?
-Porque se nota.

Ambos estallaron en carcajadas. Llegaron al deportivo de Fabián y él le abrió la puerta de copiloto.

-Más caballeros como tú por favor- increpó ella.

Fabián manejó durante unos quince minutos durante los cuales Elena volvió a dudar sobre si había tomado la decisión correcta y si era lo mejor haberse subido al auto de él. El sopor del vino abandonó su mente y un leve nerviosismo se fue asentando como polvo luego de ser sacudido enérgicamente. Examinó el auto que la llevaba, un BMW negro que lucía tan sombrío como aquella noche. Llegaron por fin al estacionamiento.

-Bueno, bonita. Hemos llegado. ¿Cómo te sientes?
-Excelente- repuso Elena disimulando su incomodidad.
-Por aquí- le indicó Fabián.

Entraron al ascensor que los llevaría al piso 25, donde se ubicaba el apartamento de Fabián. Era una caja metálica de tres por tres y Elena se sintió un poco abrumada por lo pequeño del espacio y lo amplio que lucía el hombre. Al llegar, Fabián tomó la delantera para colocar la llave en la cerradura de la puerta. Al abrir la puerta, Fabián tomó por los brazos a Elena y la besó en los labios. Ella percibió un vaho leve a vino pero se dejó llevar a pesar de su reluctancia.

-Mejor entremos, grandote.
-Como diga usted, bella dama.

Tomados de la mano, Fabián la llevó adentro de su apartamento, decidido a seguir su vida, vivir cada día como si fuera el último.

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Al estar a la espalda de Fabián, Elena pudo extraer sin ser vista de su vestido un nylon delgado provisto de dos asas y con la agilidad propia de una mujer entrenada por servicios de inteligencia rodeó el cuello de Fabián con el hilo invisible y apretó mortalmente hasta dejarlo sin vida. Se llevó consigo un disco con información confidencial por el que pagarían una jugosa suma de dinero.

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