La inmensidad

Se escucha como el paso de caballos a la distancia, se siente como un manto que te arropa, el olor del mar te penetra y la vista te atrapa. Esto describo desde mi posición, a las alturas del malecón, es impresionante la grandeza del mar, siempre la línea del fondo apuntado a lo desconocido.  Más impresionante es que me impulse a salir día a día solo para apreciarlo, dar una camita a lo largo del malecón, detenerme y observarlo, la grandeza del mar es incomparable. Rasgaba el lápiz de Juan al escribir cada una de éstas líneas en su diario personal, sentado de forma pensativa en la banca, observando sin interés aparente, con la mirada perdida.

Los días pasaban y él seguía acudiendo a su cita sin falta, era como si todo estuviera preparado, listo para su llegada. La banca sola, pocas personas a su alrededor, el cielo despejado y adornado de estrellas, la noche perfecta; cruzaba por su mente cada vez que llegaba. Y frente a él, el gran protagonista puesto en escena, el mar. Una chica danzante con el ritmo del viento de compás. Hasta su lápiz escribía a esa velocidad. 

Los días transcurrían con normalidad, la chica tenía a su acompañante nocturno puntual.

Era sábado por la noche a mediados de marzo, la banca estaba vacia como de costumbre y el lugar casi igual de desolado. A diferencia de otros días el cielo no estaba despejado, no se avistaba una estrella en él, solo se veía el intenso resplendor de una luna amarilla entre las nubes a lo alto del cielo. Un color y tamaño fuera de lo normal, pero nada de que preocuparse pensó Juan. Así que saco su libreta y su lápiz y se puso a lo suyo, escribir sus cuentos.

Ya hace un par de semanas que se encontraba estancado con uno en particular, el cual había titulado "Yo lucho por ti". Se había inspirado por los sucesos del país del cual había emigrado, Venezuela. Tenía un montón de notas e ideas, pero no sabía como comenzar, ni sabía como terminar. Por otro lado no le convencía el escribir sobre ello, no salia al natural; a excepción de la idea principal, y este era uno de los requisitos esenciales que mantenía a Juan a la hora de comenzar un cuento. Siempre tenía el título primero ¿Qué raro no?

A lo lejos se escuchaba un sonido, no lo suficientemente fuerte para que Juan lo percibiera. Era el sonido de piedras rozando entra ellas, siendo jaladas por la naturaleza, bueno, uno de sus elementos para ser más específicos, el agua. Si no fuera por el risco que cortaba la vista a la orilla de la playa, sumada a la altura de dónde estaba, Juan hubiera notada como el mar; su gran inspiración, se iba alejando cada vez más de la orilla. Sino fuera por su suma concentración y abstraccion en si mismo, es posible que también hubiera notada a las personas aglomeradas al final del malecón, aunque es justo decir en su favor que las personas eran pocas, aunque es probable que la cantidad no hubiera afectado. No fue sino hasta escuchar el grito de una pequeña niña, que levantó la mirada para encontrarse con algo que lo dejó fuera de si.

Ya no había una línea al horizonte, aquella que daba la sensación de que el mundo tenía un final. En su lugar había una montaña, una montaña azul que se acercaba de forma precipitada a su encuentro. Las personas comonzaron a correr, se escuchaba una sirena de emergencia de fondo pero mayor era el sonido de la ola que se aproximaba.

El tiempo pasó a transcurrir más lento. Juan se levanto de la banca; la hoja y el lápiz cayeron a un lado, y emprendió su caminata hacia el final del malecón. Desde arriba se podía apreciar como solo una persona se acercaba, solo como una persona parecía tranquila, era el único pez que nadaba en contra de la corriente. ¿Por qué? Quién sabe. Quizás le quería dar un último vistazo a su musa, aquella que le brindó tanta inspiración y tranquilidad, se lo llevaría esta noche consigo, así sin más.

Tomado de las barandas, decidido a no ceder un paso, sentía como las gotas de agua rociaban su cara como una llovizna. Sentía el olor característico del mar y como una enorme masa de agua se acercaba a él. Desde su posición un último pensamiento cruzo su mente, desde su posición un último suspiro salió.

Que pequeños somos.

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